Me tomaré la libertad de empezar este artículo recitando el sermón del silencio cómplice, escrito por Martin Niemöller:
"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar".
Hoy lo quiero contextualizar en la cultura popular de nuestros días:
"Cuando el gobierno nos prohibió el reguetón,
no dije nada,
porque yo no era reguetonero.
Cuando prohibieron los videojuegos violentos,
no dije nada,
porque yo no era videojugador.
Cuando penalizaron el ser gay,
no dije nada,
porque yo no era gay.
Cuando nos racionalizaron el agua,
no dije nada,
porque en mi colonia siempre seguía llegando.
Cuando el gobierno vino a joderme a mí,
no había nadie a quien le importara que lo hiciera una vez más".
Hasta el momento desconozco si es en serio o es en broma, pero en internet corre el rumor de que la asamblea legislativa de Guatemala, hizo ley que el reguetón ya no podrá ser transmitido en las radio emisoras de ese país. La noticia se esparció como polvora encendida y se escuchan los ecos de todas partes de América Latina, en su mayoría aplaudiendo tal decisión y dicho sea de paso deseando que se haga una ley similar en todos los países de la región. Teniendo en cuenta que dicho subcontinente ha sido testigo de varias de las más crudas juntas de gobierno militar, que gobernaron algunas vecez por decenas de años con la mordaza en la boca de los pueblos, me entró la pregunta ¿por qué carajos mucha gente de hoy en día apoyan los recortes a la libertad de expresión?.
A mí no me gusta el reguetón, ¿y saben qué hago al respecto? No lo oigo, ¿saben qué hago si alguien está escuchando reguetón cerca de mí? Me separo de ese alguien; pero no me voy a poner a denigrar su música y a tratarlo a él como una mierda, aunque para mí, sus gustos musicales sí lo sean. A lo mejor es obvio que para él, mis gustos musicales sean una mierda. Así es la vida, es toda relativa.
Lo admito, ya he escrito sobre el reguetón, y me he dado color diciendo que es uno de los causantes de la proliferación de las maras, pero ojo con la interpretación que cada quién pueda darle a eso. Me explico: Todos los mareros son reguetoneros, pero no todos los reguetoneros son mareros. Yo conozco ingenieros, doctores, y abogados a los cuales les gusta el reguetón, y eso no los hace mejor o peor personas.
Gente, la vida es más importante que andarse preocupando por los gustos musicales de las demás personas. Vivan su vida y dense cuenta que si a alguien que ustedes conocen, le gusta el reguetón, eso no tiene porque importarles a ustedes. Además, si algún día el gobierno llegara a imponer como ley la prohibición del reguetón, ahí sí habría que preocuparse porque ese sería el primer paso para cortarnos de tajo la libertad de expresión. Si a usted no le gusta la programación de la televisión, no la vea; si no le gusta la programación de la radio, no la escuche; si no le gusta el contenido de los períodicos, no los lea; pero jamás pida que prohíban un contenido licito en cualquiera de esos medios de comunicación.
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