Ya lo he dicho antes, soy misántropo, por lo que no me remuerde la conciencia escribir este artículo. Hace unas semanas se supo la noticia de una ciudadana estadounidense que vive en las calles de San Salvador. Construyó una champa con laminas, cartones y bolsas enmedio de una acera y esa es su residencia. Cuando la caravana de periodistas fueron a conocer su caso, todos expusieron que lo que necesitaba era atención medica y diplomática por parte de su embajada para que regrese a Estados Unidos. No se hizo esperar la reacción de los salvadoreños en las redes sociales, que al ver a la señora rubia tan sucia decían: "pobre gringuita, que alguien la ayude inmediatamente para que regrese a su país o que le de trabajo en un Call Center. Ella ahí caería bien".
¡Jodanse bola de compatriotas descerebrados mamavergas rubias!
Esa gringa que se joda, que se la lleven presa o que la internen en el psiquiatrico porque todos los periodistas mencionaban que padecía "leves" episodios de locura, como lo mencionaban sus vecinos. Los gringos no nos quieren en su país, ¿por qué nosotros debemos amar a uno de los suyos? ¿Porque la palabra de Dios así lo dice? Hasta donde se en Estados Unidos abunda la palabra de Dios también y eso no les importa a la hora de discriminar personas.
El Salvadoreño, ese ser que ante la altura física, palidez de la piel y dorado de los cabellos es capaz de entregar hasta su culo. Pero que no vaya a ser un morenito, gordito, bajito el que requiera de su socorro que hasta reconociendo que es su clon lo va a tratar como creyendose gringo.