Desde hace tres años he estado aprendiendo alemán, francés e italiano; en mi tiempo libre. Digamos que ya me defiendo y digamos que ya les agarré cariño a esos tres idiomas. El alemán es como un rompecabezas, porque en fracciones de segundo antes de abrir la boca hay que analizar lo siguiente: ¿La oración que vas a decir es acusativa, nominativa, dativa o genitiva?, ¿Los sustantivos que lleva, son femeninos, masculinos o neutros?, ¿Voy a hablar en pasado perfecto, imperfecto o en futuro?, ¿Hay alguna palabra que decline en un caso especial?, ¿Hay complementos? Luego que piense todo eso en un milisegundo, empieze a hablar. Recuerde que en el 90% de las oraciones el verbo siempre va hasta el final y tiene que tener cuidado si está negando un verbo o un sustantivo porque se hace diferente. De ahí la pronunciación es facilísima; la mayoría de palabras se pronuncian como se leen.
El francés, por otro lado es lo contrario, cuesta mucho pronunciarlo. En tres años aún no logro pronunciar una oración completa que se escuche bien. De ahí el orden de las oraciones es idéntico al español, excepto en las preguntas y hay que tener cuidado con los artículos indefinidos, que los franceses le agregan una palabra más porque, literalmente, están indefinidos y ellos necesitan enfatizar eso siempre; y este nunca será el mismo si es femenino, masculino, plural o negación. Eso es todo el rollo, uno se aprende eso, hace gárgaras con perfume y podrá hablar y pronunciar bien el francés.
El italiano es el hermano del mismo papá y misma mamá del español; en realidad aprender italiano es básico. Todas las oraciones llevan el mismo orden, las mismas reglas, palabras similares, una pronunciación diferente al español pero fácil de hacerla para los hispanohablantes. Solo hay que tener cuidado con el detalle del femenino, masculino y plurales. Y con alguna que otra palabrita como "ne", que significa "de eso", pero no va en la misma parte de la oración; o sea, reglas sencillas y fáciles de aprender.
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