Cuando usted lea lo que le diré a continuación, probablemente su respuesta natural sea: “pero si eso ya lo sé, capitán obvio”. Pero francamente yo creo que usted piense eso por ese misterioso suceso que los humanos practicamos día a día, y es que lo obvio nos parece obvio solo hasta el momento que nos dicen que lo es. Ponga atención y si quiere escríbalo en una nota junto a su cama: la televisión no representa la realidad.
La televisión representa un conjunto de intereses de grupos poderosos, que nos muestran una serie de productos sesgados a su conveniencia. No dejan nada a la espontaneidad. Si de repente aparece un revolucionario expresando sus ideas, ese revolucionario con sus ideas ya estaba agendado junto a su discurso con previa aprobación de los dueños de la televisión.
La realidad es usted, es su familia, es el amor por lo que hace. La televisión le intenta vender la realidad que desde su punto de vista es la verdadera. Por ejemplo si unas personas que se mueren de hambre cierran una calle, la televisión se lo vende como unos vándalos sin oficio con actitudes terroristas que solo buscan la desestabilización nacional. Si el Estado cierra una calle, la televisión nos lo vende como un contratiempo, pero que al final nos traerá paz y bienestar a toda la población, pero no nos muestran las estadísticas del Seguro Social con un aumento de casos remitidos al hospital psiquiátrico por los altos niveles de estrés que produce una sola calle cerrada en un lugar peligroso en horas pico. Si gana las elecciones presidenciales un candidato X, una cadena de televisión defenderá los intereses del sector poderoso que representa, mientras que otra cadena representará los intereses de otro sector poderoso al que esta representa, y nos contarán los pro y los contras del resultado de esa elección y mientras una cadena nos contará como comeremos mierda en los próximos 5 años, la otra cadena nos contará todos los beneficios sociales que tendremos con el nuevo gobierno.
La solución para que la niñera de un ojo deje de decirnos en qué o quién debemos de creer, es dejando de verla. Es difícil, pero no es imposible. A mí en lo personal me gusta escuchar la radio, que si bien en concepto de opiniones es lo mismo, pero curiosamente quizá esa libertad que nos permite la radio al no estar sentados viéndola directamente, nos deja un ratio de libertad bastante bueno para no dejarnos engañar tanto como lo hace la televisión.
Imagínense que feo es mirar unas 4 horas al día de estrés en la televisión y que de esas 4 horas, 2.5 horas son de publicidad, donde nos enseñan que si no tenemos el último celular que ha salido no estamos en nada, o que si no vamos a tal centro comercial o no compramos tal ropa pareceremos vagabundos.
Infórmese como lo hacían nuestros abuelos. Vaya a la calle.
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