En nuestro entorno, uno que está cada año más consumido por la globalización es difícil ser uno mismo, debido a que se nos inculca que lo mejor, lo que te hará mejor persona es lo que vemos en la televisión. La vestimenta, comida, tecnología y tradiciones; serán las que un grupo reducido de personas en el Primer mundo decidan.
En nuestras latitudes, es lo más normal ver cómo mimetizamos todo lo que se hace en occidente, y es que occidente no es un termino geográfico sino que político. Mis amigos de la región: nosotros no somos occidente. Cuando los arabes o japoneses hablan sobre las costumbres occidentales, se refieren a las costumbres de Estados Unidos, Canadá y Europa Central. Hasta ahí.
En redes sociales, uno puede leer cualquier cosa, como epitetos fuera de lugar sobre personas que no siguen el código social impuesto por internet y la televisión. Hace unos días, estaba leyendo como a un gran pensador salvadoreño, en una nota vieja que le hizo un períodico digital, todos los comentarios no eran sobre lo que él había dicho sino que sobre su vestimenta y forma de ser: "usa ropa que no es de su talla", "usa ropa sucia", "yo vi que ni cincho usa", etcétera. ¿Quiénes hacían esos comentarios? Quién más sino la guanakada. Esa que te llena los centros comercial para comprarte zapatos de 200 dólares, esa misma que te compra chumpas de cuero de 300 dólares que se pondrá solo cuando se suba a un bus con aire acondicionado, esa misma guanakada que te presumirá que tiene televisión digital para ver un partido en Europa y el 99% del resto de canales no los verá en su puta vida pero los pagará sin quejarse porque eso le quitará su estátus de pendejo que le da jerarquía entre la demás guanakada.
¿Es en serio? ¿La forma de vestir interesa? Yo estoy de acuerdo en que uno debe vestir como más cómodo se siente para sentirse bien consigo mismo, pero llegar al límites en que no se es tomado en cuenta porque simplemente una persona no viste como los canones lo pidan, es algo no natural.
Quizá, en un país del Primer mundo como Francia, teniendo a Paris, la capital de la moda, ahí sí sería estrafalario ver a alguien con ropa ajada o sucia, digo, al lugar que fueses haz lo que vieces. El colmo es cuando vas a Apopa, Santa Tecla, Soyapango, Mejicanos, Ciudad Delgado, San Marcos o Antiguo Cuscatlán y el mero indígena guanako te critique porque no andas vestido como Cristiano Ronaldo o Maluma. Vale la aclaración, yo estoy orgulloso de mis raíces indígenas salvadoreñas, no trate de tergiversar lo que he dicho que bien me entendió, pero si he tocado fibra sensible, lo hará (tergiversar).
¿Quiénes somos los salvadoreños? Aquellos que comemos pan con café de sobrecito, los que tenemos todo el tiempo una olla con frijoles en la refri, los que comemos tortilla tostada, los que usamos la ropa zurcida y desteñida, los que tenemos un par de zapatos que nos sirve para todo tipo de ocasiones, los que no tenemos ningún reparo en ir en bus a un lugar elegante cuando nos invitan; entre otras cosas que podría agregar.
Para irme despidiendo, escribí este artículo precisamente por lo que mencioné. Había una nota sobre un intelectual, al cual la gente no le daba credito a sus palabras solo porque viaja en bus y lo ven pagando en Mister Donut con centavos "como si fuera un indigente" cito. Que lejos estamos del desarrollo.
Al sobrino de esta ilustre salvadoreña, es al que criticaron. Si sabe a quién me refiero, hagamelo saber. |