9.1.17

El principio del final

Es indescriptible la frustración que no siento sólo yo sino todos los salvadoreños que esperamos algo bueno de nuestro país, cuando vemos todos los trámites burocráticos a los que uno debe enfrentarse para hacer algo que es precisamente solo eso: un trámite. Que no me venga el universitario de pacotilla a decirme "vos no esperés algo de El Salvador, El Salvador espera algo de vos" citando erróneamente a JFK.

Que el documento debía llenarse con tinta azul y yo lo llené con tinta negra; a repetir todo. Que la secretaria no escribió una tilde y ahora ya no son los mismos nombres; a repetir todo. Que necesito un documento personal, pase primero a aquellas cinco ventanillas. Una vez escuché que para tener un negocio nuevo había que pagar más de 20 impuestos, no recuerdo el dato exacto; pero que debido a ello el sector informal reinaba en nuestro país, no tanto porque habría que pagarlos sino porque no es solo pagarlos, es echarse un día completo en una oficina del gobierno para pagar cada uno de los impuestos.

Avanzemos un nivel. Me da asco no solamente eso, me da asco todo aquello que premie tener cuello, con la neolengua "networking". "He, jóvenes, hagan networking" tradúcido a cristiano significa "Hey, bichos, consigan un contacto en una empresa o ya valieron verga". Todas las personas que promocionan ese tipo de maneras, carecen de ética. 

Mi sueño de 2017 es utópico. Quiero que hayamos solamente un millón de salvadoreños en nuestro territorio. Que se mueran todos los burócratas y los que promuevan la corrupción. Y si me he de morir yo para que haya un mejor El Salvador, acepto ese reto. Pero ya basta de la cultura del vivo.