31.5.11

Día de un salvadoreño

     Temprano a la madrugada se despierta, ya está acostumbrado a hacerlo pero siempre se quejará, debido a la resaca de todos los días. Si fue fín semana se debe a la desagradable rutina entorno al alcohol y a la basura que come. De lo contrario, se debe a algo que tiene en su mente llamado ego, el cual lo está consumiendo. 
     
     Su actividad empieza con un deficiente aseo personal, un desayuno en torno a una taza de café barato y pan francés. Se va a su trabajo y cuando se encuentra con tráfico pesado se pregunta por qué hay tanta gente en la calle a esa hora como si pensara que es el único con compromisos importantes. En el cámino hacía su destino va escuchando la radio, escuchas las opiniones de los intelectuales considerados denunciadores de las atrocidades que cometen con el pueblo, con los intelectuales me refiero a un tal Salvador Alas y la cadena de pensadores que dan sus opiniones sobre lo que ya sabemos todas las mañanas; y la radioaudiencia siempre dirá: "es que este mage sí dice la verdad". Después de una mañana donde ya apantalló a sus compañeros con sus travezías de fin de semana, las cuales todas son similares, pero juro que ninguna la ha inventado de su imaginación -en la cual todos comentaron sobre sus respectivas, cual competencia de imbéciles se tratase-, llega la hora del almuerzo, donde se va a comer donde haya una muchacha que se deje estar siendo tratada cortezmente vulgar. Ahí en esos lugares donde se va a almorzar se escucha la "vox populi", se tratan los temas actuales donde cada individuo repite lo que le escucho decír al intelectual que escuchó en la mañana, a lo cual los demas responden con acierto ya que ellos también escucharon lo mismo. 

     En la tarde regresa a su labor, se queja sobre lo poco que lo aprecian sus superiores, después de todo él espera ascender sin ningún sacrificio, solo es cuestión que pase algo al estilo Hollywood y él se verá en lo alto entre los que alguna vez llamó amigos, perdón, "cheros" quise decir. Pasan las horas de la tarde y cuan más cercana ve la hora de salida -la cual consulta cada 5 minutos en un bonito reloj de pared estrategicamente ubicado a un costado suyo-, más largo siente los minutos para salir e irse a encontrar con su pareja no muy exigente. 

En la televisión, ya lo habrían ascendido.

     Llegan las 5 de la tarde y va en busca de su media naranja (medio mango). Élla podría decirse que es la versión femenina de él, ya que cumple con los requísitos petulantes que su hombre necesita. Entre ellos se entienden, entre ellos y entre todas las personas que se han cruzado en su camino todo el día. No le relato lo que ocurre en su encuentro porque me sigue pareciendo repugnante lo que hagan dos seres tan vacíos y asquerosos para relajarse al final del día, pero no me malinterprete, que me refiero a sencillo chismorreo para tener de qué hablar el siguiente día con sus compañeros de rutina. Ellos dos se despiden. Ya es noche, la cena fue una clásica comida la cual es lo único que no pienso encontrarle detalles malos, ya que en mis principios está el misterioso respeto a la cena, no sé por qué, pero siempre me ha parecido sagrada independientemente de quienes sean los que la reciben.

     Ya llegó la hora de irse a dormír, claro antes visto la dosis de veneno televisivo que nos permite tener tan lindos sueños de poder y muerte -casi siempre en ese orden-. Permitame aclarar que si se va a dormir sería porque no es viernes o sabado, dado el caso tendría que ir a su cervecería o discoteca favorita con su respectiva camaradería o pareja respectivamente, ya que no puede darse el lujo de ir a un prestigioso centro comercial, porque el "de siempre" ya es de gente de bajo nivel, y él no es ninguno de esos pelagatos, ¡valgame Dios!. Sus sueños los intentará interpretar, pero sueños solo eso son, sin embargo él ha visto en la televisión como la magia de los sueños concede alegrías. Lastima que está pronto a acabar con su futuro.